lunes, 19 de septiembre de 2011

El barco.


La oscuridad de la noche se cernía, trémula, sobre el horizonte. Los amargos quejidos del sol aún se oían en las nubes anaranjadas. Y encima del abismo observaba el despertar de una luna roja que anunciaba desesperación.
Luego, más tarde, en la lejanía, cuando la madrugada misteriosa reina en silencio, aparece tembloroso entre olas blanquecinas un barco con mástiles coronados por velas retorcidas. Cabalgar parece entre arenas desconocidas, con sigilo emerge entre la marea embravecida. Sin timonel avanza como gran gigante caminante al desconcierto.
Atisbado por el farero que ávidamente gira su gran luz hasta los afilados peñascos. La naos, sin capitán aparente, se precipita al suicidio y los peñones, cual afilados dientes, rajan su panza vegetal, el agua, inmisericorde, penetra devorando sus lánguidas entrañas.
El farero observando descompuesto da la voz de alarma suplicando auxilio. La sirena suena bramante entre chasquidos de madera.
Acuden súbitamente los vecinos, rápido buscando sus barcas, ya es tarde. Pálidos y quietos admiran el vendaval de muerte desde la playa.
El palo mayor resiste aún al hundimiento, inútilmente se arrastra al fondo gritando agonizante.
Los hombres asombrados, deciden volver a sus casas, con la cabeza escondida en el pecho, y sus ojos inundados de lágrimas. Aunque atroz el suceso, qué bello es ver morir a un navío tan espléndido. Su principio y su fin, nacer y morir en el mar.
Ya temprano el sol amanece, ya temprano se desperezan las gaviotas y otean sobre los restos de la nave. A la playa llega, el farero, auténtico testigo desde el principio hasta el desenlace, camina cabizbajo entre tanta masacre. De repente, sin explicárselo, escucha un leve, susurro, un sollozo, la sangre le hierve, agudizar su oído más no puede. Rebusca entre deshechos y no encuentra nada. Al final desiste. Imaginaciones, piensa.
Subiendo la cuesta empinada que le lleva a su casa, al lado del faro, vuelve a escuchar el misterioso llanto. Eleva la vista hacia el sitio donde estalló el barco, -¡Un milagro!- Grita.
Se quita la ropa de inmediato, sin pensar en su vida, se zambulle en el agua y nadando rápidamente mar adentro, encuentra una cesta, y dentro, un bebé envuelto en sedas.

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