domingo, 19 de octubre de 2014

Cuerpo y alma.





Relampagueaba en la calle, los cristales de las ventanas estaban empañados, y fuera llovía.
Mientras, sentada en la cama, pensaba en aquello sucedido. Arañando el aire, describiendo el silencio. Se miró al espejo, desnuda, atisbaba sus marcas de maternidad, sus múltiples cicatrices de caídas, de enfermedades y de quemaduras con el horno, hacia tiempo que no cocinaba.
Alzó su mano y miró sus dedos, sus uñas y cerró el puño fuertemente, así era ella, perfectamente imperfecta, sus curvas se dibujaban en la claridad del ambiente. Vio sus ojos, grandes, marrones, sus ojeras profundas, heredadas, sus largas pestañas y su cejas perfiladas. Se tocó el rostro haciendo hincapié en las manchas que el sol provocaba en su clara piel y lentamente dirigió sus dedos a sus labios carnosos y agrieteados, los perfiló suavemente bajando a la barbilla.
Nunca se había mirado al espejo tan detenidamente, nunca había pensado como era, siempre había tenido una opinión externa, de familiares, de amigos o enemigos. Sin embargo, realmente, nunca se había preocupado por su aspecto, siempre mirando su intelecto, su familia, su trabajo, apenas sabía como era su ser. Y aquel día se vio bella.
En su preocupación por lo demás olvidó que era el placer, sentir como te rozan la piel suavemente, libre, sin pensar en nada. Allí, delante del espejo, se acaricio levemente su brazo extendiéndose hasta sus senos. Sintió como el bello se le erizaba y una sensación de bienestar la llenaba. Fuera, el agua caía con más fuerza.
El miedo, o quizás su educación la habían hecho pensar que su cuerpo no era importante, y en ese momento se dio cuenta que era mentira, su cuerpo, era precioso, fuente de sensaciones y expresión de sentidos, vulnerable y exquisito.
No sabía que su alma estaba encogida dentro de él, sin sentirse completa y extensa, sin saborear lo mundano e intentar vivir en lo divino, no pensó que la conjunción entre cuerpo y alma era el perfecto equilibrio de satisfacción.

Permaneció allí largas horas mirándose. Erguida, de pie frente al espejo. Sin pensar en nada ni en nadie, sólo ella, su alma y su cuerpo.

1 comentario:

  1. Precioso. Nos anima a cualquier mujer a valorarse y verse bella.. Enhorabuena por el relato.

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