Miradas extraviadas y relucientes.
Espejismos en la nada.
-Ya queda poco de la vida, poco o mucho. Quien sabe. Sin embargo, el tiempo es una constante en nuestra contra. Mañana será el gran día. El último día, el primer día. No se sabe. La valoración es lo único que tenemos a nuestro lado. El optimismo, qué os puedo decir de optimismo cuando la realidad nos aplasta dura y fríamente. No nos queda nada, nos ahogamos en el montón de basura que hemos creado. ¿Qué hacer? Preguntáis al unísono. Yo no tengo respuestas. Yo no puedo decidir por vosotros. Yo se mi respuesta a esa pregunta balbuceante en el aire. Tengo mi pasión, mi arrojo. Y más aún tengo tan poco aprecio a la vida que este Dios nos ha dado que no me importa morir o sí vivir, pero por favor, ¡vivir para algo! Sé que mañana amanecerá nublado. Siento el rumor de la batalla en mis músculos. La muerte me espera afilando su guadaña y la verdad quiero arrancarle las entrañas. Escucho el latir de mi sangre cuan zumbido de tambores y no tengo aprecio por ninguno de vosotros cobardes. Yacéis llorando a mis pies cuan corderos antes del matadero. Yo soy libre, no tengo convicciones, ni moral, ni escrúpulos. Soy el Dios del miedo y la venganza. Solamente tengo la certeza que no voy a dejar que esos harapientos entren deliberadamente en mi casa y violen a mis hijas mientras miran mis hijos. Agacháis la cabeza y asentís. ¿Qué os pasa? ¡qué os pasa! Lo permitís todo. Todo está bien, el respeto impera, no debeís arrebatar a vuestro prójimo lo que os ha robado, están las leyes. Pues yo so digo de nada sirve la ley para los que no creen en la ley. Simplemente no voy a permitir que quemen mis libros, que pongan una luna donde está mi cruz. No voy a permitir velos, ni patrañas. Y si dejáis vuestras agallas en manos de políticos corruptos que se llenan el buche con dinero sangriento, que me habláis de moral. Tengo mi escudo y mi espada. Tengo mis puños apretados y el animo incorrupto. Mañana saldré de esta cueva y mataré a cuantos pueda, hasta quedarme sin aliento, hasta quebrar todos mis huesos. Porque no quiero poner precio a mi libertad, ni a mi esfuerzo. Mañana, ya queda un rato para mañana.-
El capitán tenía razón, el mañana llegó en tres cuartos de hora. Y salió, vio y venció. Los que le siguieron se salvaron, los que huyeron murieron. Y la lucha, aunque sangrienta, victoriosa aún recordada. Nuestra lucha también, también será mañana. ¿Qué hareís?
Me encanta Maika!
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